Aislada,
entre cuatro círculos rodantes,
Miro la fuerza de
la vida inclinando la cabeza
con los ojos bien abiertos,
tocando los confines
con curiosidad
ilimitada.
A veces invadida,
conectada siempre la sangre en tierra,
insisto en el sentido
que el reposo
desvanece.
Estática a momentos,
aferrándome
del generoso gesto
que permita
respirar los días.
Ansiando el silencio
que responde
para mezclarlo
con la existencia
y entregarme
a la conjunción
de las palabras.
Acumulo
pedazos en suspenso
y miro las horas.
Entre sonidos,
pies inmóviles,
movimientos y letras,
soy testigo del mundo,
incansable en el intento de
conformar la melodía y el trazo.
Con posibilidad de cero
y sorpresa por la vida,
en un desempeño simple,
y rutinario
donde otras manos
me permiten
el latido cotidiano.